Lunes 29 de julio de 2019
Nos levantamos y desayunamos junto a una bilbaína que viaja sola e intercambiamos unas palabras.
Le preguntamos al recepcionista cómo organizar una excursión a la cueva de Sadam. Después de hacer un par de llamadas nos propone la visita a esa cueva y otra por 20000 KYAT (12 €). Nos recoge un motocarro (moto grande con un habitáculo abierto con techo y dos banquitos) en el que no sólo viene el conductor sino una mujer que suponemos es su esposa, la que va a estar muy pendiente de nosotros para que hagamos fotos por el camino y estemos cómodos en el banquito.
La primera cueva es más bien un templo un poco naïf. Llueve y nos dejan un paraguas. Hacemos fotos curiosas y nos vamos hacia la cueva de Sadam pasando un tortuoso camino lleno de baches, lodo y charcos. El paisaje es precioso pues estamos rodeados de arrozales, cabañas de techos de hojas, pequeños templos y barcazas que navegan lentamente. Todo esto hace que sea una linda estampa del Myanmar rural.
La entrada de la cueva es inmensa pero lo más interesante es la parte geológica que se aprecia al adentrarnos. Las paredes y los techos presumen de formas extraordinarias y de murciélagos que llenan de caquitas el suelo y las barandillas.
A la salida de la cueva por el otro lado de la montaña nos encontramos con el joven alemán que lleva siguiéndonos sin quererlo desde hace cuatro ocasiones. Emili lo bautiza como el “ follower”.
Nos subimos con él a una canoa y atravesamos por 6000 KYAT, 2000 por persona (1,20 €) un lago espectacular para ir a la entrada de la cueva otra vez.
Este paseo ha estado lleno de belleza, serenidad y de un momento especial en el que nos cruzamos con otra canoa desde donde dos birmanos apacibles nos saludan.
Volvemos a Hpa an bajo una intensa lluvia y nos bajamos en el Restaurante Wadee en el que comemos y entablamos conversación con una pareja de simpáticos madrileños.
Volvemos al hotel. Emili va en moto a recoger la ropa a la lavandería.
Después visitamos el mercado nocturno. Emili prueba un coco, una piruleta de carne de cerdo y compra un dulce de masa de arroz bañado de coco.
Regresamos al hotel. Compramos una cerveza en un puestito y nos la tomamos en la mesa del hotel que tiene delante.
Kati cena al lado del hotel unas gambitas picantes pero rodeadas de unos seis platos birmanos.
Volvemos al Wadee por la parte del río donde hay jóvenes sacando fotos y tocando la guitarra y nos tomamos un café y una cerveza. En el restaurante se encuentra nuestro “folower” que nos subraya que esta vez nosotros le hemos seguido a él.
Nos vamos a descansar al hotel. Hpa an duerme plácidamente